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Hoy le formulé una pregunta a mis tutorandos, chicos y chicas de 4º de la ESO, 14, 15 años. Les dije que si encontraran una lampara maravillosa con la cual pudieran pedir un deseo, ¿cuál sería? Un coche, respondió una, una moto, otro, una casa en la playa, otra más. Hubo incluso uno que su deseo sería poder pedir más deseos.
Estoy seguro de que si hiciera esa misma pregunta a niños de 8 o 9 años pedirían deseos mucho menos materiales, como que encuentre trabajo mi papá, volver a ver a aquel amigo en verano, o que su abuela le haga esa tarta de manzana tan rica para su cumpleaños.
¿Qué cambio se ha producido en ese corto espacio de tiempo para que, cuando dejamos de ser niños, empecemos a aspirar a tener en vez de a ser felices? Pues gran parte de la culpa la tiene la publicidad. La publicidad nos dice que para ser felices hay que tener, hay que consumir, hay que gastar. Cuanto más tienes más eres.
Y yo me pregunto, ¿para qué? Pues para que el vecino se muera de envidia por tu nuevo coche, tu nueva moto, o tu nueva casa. Al final, hipotecamos nuestra felicidad al depender ésta de los elogios de los demás. Les definí la moda a mis alumnos como gastar un dinero que no tienes en cosas que no necesitas para causar buena impresión a gente que no conoces. La publicidad nos vende esta felicidad como algo necesario y que está al alcance de todos, comprando lo que se ofrece, y si es a un precio módico pues mejor, porque, además, eres inteligente realizando esa inversión. A nadie le molesta que le adulen, ya sea por lo que es o por lo que tiene. Claro, es mucho más fácil tener que ser, con lo cual, si nuestro propósito es ser felices, y nos venden esta felicidad, pues la compramos y ya está. Para entender que la verdadera felicidad viene de uno mismo, de hacer las cosas que te gustan, uno debe de hacer un gran estudio introspectivo y decir, ¿cuándo he sido yo más feliz, cuando hacía esta cosa o esta otra, o cuando me compré tal o cual artículo?
Quiero ir más allá y enunciar que, en mi humilde opinión, la publicidad no te vende felicidad, sino algo mucho más perverso, como es la ausencia de esta. Si no tienes este artículo no serás tan feliz como el del anuncio. La publicidad nos vende miedo. El miedo de no poder ser felices. El miedo de no tener reconocimiento social si no compras lo que te venden.
El cóctel está servido, señores. La publicidad nos enseña que, si tú quieres ser feliz, eso se consigue con reconocimiento social, cosa que conseguirás comprando su producto. Porque si no… ¡ay de ti!, no serás tan feliz como el del anuncio. Serás triste, o tonto. Porque cuando compro este producto, yo no soy tonto. O qué pasa, ¿es que no te gusta conducir?, claro, porque tienes otro coche, no el del anuncio. Bueno, no pasa nada, te tomas un café en mi cafetera y tendrás una sensación de euforia y tranquilidad solo comparable al nirvana. Y desayuna estos cereales que, si no, no comes sano y a media mañana estás que te caes. Ah, y ponte esta crema con un producto químico que suena muy bien porque es muy raro, que si no vas a parecer una vieja. ¿Dónde vas con el pelo así, al natural? ¿Tú crees que te van a mirar con esas puntas abiertas? Eso debe tener brillo y estar liso, porque tus ondas naturales ahora se denominan encrespamiento. Bueno y si no, no te preocupes, que por muy mal que vaya la cosa, todo se arregla con una pizza.
Al final el proceso de deshumanización servido por las multinacionales da sus frutos, y cada vez la gente cree ser más por tener más. Pero como dice el grupo musical Def Con Dos: “sabemos que pasaría, y optamos por ignorarlo. Preferimos seguir viviendo como gigantes con pies de barro”.
Aunque a veces, solo a veces, llueve. Y ves a una alumna ir al instituto que te dice: “llego tarde, llego tarde”. Me recordó al conejo de Alicia en el país de las maravillas. Luego observas que demora su paso al ir recogiendo por la acera cada caracol que se encuentra y los deposita tras la tapia adyacente para que no los pisen. Y son esas veces cuando piensas que no todo está perdido, y que me encanta ser profesor.
Óscar Salgado Martín.
Profesor de física y química.
IES Universidad Laboral.
NOTA: las negritas son del editor del blog (Angel Encinas)